La presión se sintió de inmediato. Fue visible. En apenas 72 horas, distintos hechos impactaron a la facción conocida como “Los Chapitos”, con efectos en la Ciudad de México, Sinaloa y Jalisco, tres entidades clave para la dinámica criminal del país.
El primer episodio ocurrió en la Zona Rosa, Ciudad de México, México, un corredor turístico y comercial del centro urbano. Ahí, un ataque directo terminó con la vida de un presunto operador de seguridad del grupo. La elección del lugar sorprendió. La zona cuenta con vigilancia constante y alta afluencia de personas, un dato que abrió interrogantes dentro y fuera de las instituciones.
Horas después, en Sinaloa, México, estado del noroeste con puertos estratégicos y fuerte actividad logística, autoridades localizaron sin vida a un operador vinculado a redes financieras ilegales. El hallazgo reforzó la percepción de un momento crítico. Las acciones no parecían aisladas. El ritmo marcaba otra cosa.
El martes, el escenario se trasladó a Mazatlán, Sinaloa, México, ciudad costera clave para el turismo y el comercio marítimo. Un operativo federal culminó con detenciones relevantes y el aseguramiento de diversos objetos vinculados a actividades ilícitas.
- 2 personas detenidas
- 2 armas cortas calibre 9 mm con cartuchos
- Sustancias ilegales y equipos de comunicación
Ese mismo día, en Zapopan, Jalisco, México, parte del área metropolitana de Guadalajara y uno de los polos económicos del occidente del país, se ejecutaron nuevas detenciones relacionadas con flujos financieros. El mensaje fue claro. La coordinación avanzaba.
Consultamos a analistas para entender el alcance de esta cadena de hechos.
“No se trata solo de capturas; es una señal de reacomodo forzado”, explicó un especialista en seguridad regional.
“La simultaneidad indica inteligencia previa y presión sostenida”, señaló una analista en crimen organizado.
Nuestro medio conversó con ciudadanos para conocer sus opiniones. En calles de Mazatlán y Zapopan, la sensación fue compartida.
“Se nota más movimiento, más vigilancia. Ojalá sea para que las cosas se calmen”, dijo un comerciante local.
“Uno quiere vivir tranquilo. Que actúen, pero sin afectar a la gente”, comentó una vecina.
La secuencia dejó preguntas abiertas. También una certeza incómoda. El mapa criminal está cambiando, otra vez.
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